"Polvo, sudor y hierro", decía el poema épico del Mío Cid; y sangre y miedo y valentía es lo que representa la estatua del Cid Campeador, caudillo que representa los valores más auténticos de la identidad española, siendo uno de los padres de la unidad de España.
Creo que todo eso no casa muy bien con la frívola idea de encrochetarlo de colores. Me parece una falta de respeto impresentable e imperdonable; y no se acierta a encontrar la lógica de que el Ayuntamiento de Sevilla se haya prestado a semejante esperpento. Qué pasaría si nos fueramos a casa de esta y empapeláramos a su familia con papel higiénico ?¡¡... Creo que no le gustaría mucho. Pues el Cid es uno de los padres de nuestra patria.
La imagen adusta y guerrera no queda bien recubierta de ganchillo. Solo faltaba que nos amariconasen el Cid también. Mientras EEUU parece que nos vigila, nosotros nos dejamos ofender por una loca que se aburre e inventa estupideces. Cuanto mejor nos iría si en vez de prestar oido a la de origen polaco Agatha Oleksiak se hiciera caso a la gente que está desesperada y no encuentra cómo trabajar y amontona títulos a punta pala.
El Cid Campeador no se merece esto, ni nosotros tampoco.
"No hay nadie como tú, mi amor", dirigiéndose a El Cid dijo la amante del ganchillo que le gusta hacerse notar, al subirse a mediodía a una grúa elevadora de las empleadas para el mantenimiento del alumbrado público. No parece que guste mucho que el dinero se invierta en estas estupideces, más cuando hay gente en la calle pidiendo para tomarse un café o para poder tomarse un simple bocadillo. Hay que recordar que hace escasamente un mes falleció un hombre mientras esperaba en un comedor asistencial de Sevilla para que le dieran algo de comer. La gente no se puede defender y mientras pasna cosas como esta. Qué falta de respeto más descomunal ¡¡.
Con dos de estas grúas municipales contó la invasora de la Oleksiak para forrar al Cid y a Babieca, con retales multicolores de ganchillo, además de con una colaboradora y dos operarios municipales, que han seguido sus instrucciones.
La labor empezó por la lanza que D. Rodrigo Díaz de Vivar sostiene en alto, victorioso delante de sus tropas y en señal de fuerza ante el enemigo en la batalla.
Esto no tiene más que un nombre: gamberrada consentida.
Así lo ha dejado. De pena vaya ¡¡
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